‘The Master’ actúa
este año como la salvadora de una competencia que parecía decaer en lo
fatídico, y es que es la única cinta (entre tantas) que puede ser realmente considerada
como merecedora de un 10 (en FilmAffinity, en IMDB o en otras) el 2012. Por esto cuesta aceptar que algún espectador no la
haya encontrado magnifica, y es que desde el primer minuto hasta el minuto 137,
no deja entrever ningún traspié, hecho que se apoya, principalmente, en una dirección y guión que recaen en las
manos de Paul Thomas Anderson, un genio que a sus 42 años ha entendido divinamente
de que va el arte cinematográfico.
En ‘The Master’ el espectador encuentra arduo
el darse cuenta de que va la obra; no
reconoce si está observando la decadencia de un hombre que literalmente ‘da
miedo’ por lo que es y hace, un hombre que además de follar y envenenarse
lentamente con alcohol parece haber hallar placer en estar muerto en vida, un hombre que cualquiera
temería en convertirse, o simplemente estamos observando a un ‘loco’ que no
parece decidir qué tipo de locura resalta (sí, hay tipos). El espectador no reconoce si está siendo participe del
nacimiento de una secta, de una religión o de un movimiento científico. Tampoco
está seguro si el hombre que guía este nacimiento es un genio y que pretende
impregnar su genialidad a sus serviles y fanáticos seguidores, o de un hombre
que tiene claros rasgos paranoides y cree que puede salvar el mundo con
sus excéntricas prácticas. No estamos
seguros de si encontramos en la esposa de este ‘maestro’ al estereotipo de
mujer al que algunas ilusas aspiran; aquella que controla todo lo que está a su alcance, es
este caso, a su marido y su ‘secta/religión/revolución científica’ o
simplemente es una mujer que proyecta sus aspiraciones más profundas en un ser
que si las pueda alcanzar. Lo que si reconocemos es que es ese el objetivo de
Anderson, precisamente; que el espectador construya con los fotogramas que
visiona lo que le convenga.
Un objetivo que hace que ‘The Master’ pierda seguidores, ineludiblemente, y es que el
espectador perezoso prefiere caminar de la mano de aquel que lo guía
por rumbos claros, de aquel que publicita (directa o indirectamente) el
heroísmo de su país, de aquel que critica (con gracias, para no pecar de
dramático) las acciones inhumanas del ser humano, de aquel que no le permite construir el producto solo. Un producto que
bien podría haber resultado un fracaso total –y es necesario aceptar esto- si
no contara con las soberbias e indiscutibles interpretaciones (ganadoras de las
nominaciones en las que están infiltradas si la vida fuera justa) pretenciosas pero nada invasivas de sus
protagonistas. Phoenix puede morir en paz ahora que ha interpretado un
personaje que perfila toda una carrera, no hay forma de que ningún otro artista
podría haber hecho de este personaje lo que él hizo, de hecho el mismo no puede
superarse; desde su porte hasta sus gestos más sutiles rayan en la perfección y
la excelencia. Si el deleite del espectador ‘no flojo’ va en crescendo con su
interpretación, la de Hoffman quema por tanta brillantez, y es que desde su interpretación
de Truman Capote, este señor ha ocupado
el trono que solo ocupan los grandes. Amy
Adams, no se queda atrás; con esta interpretación ha callado a sus detractores
y se ha posicionado como una posible nueva Meryl Streep que calza a la
perfección en musicales como en dramas de este grosor (y los calza muy bien). Si yo fuera Anderson no me preocuparía en agradar a todo su público o que sus insuficientes nominaciones deriven en estatuillas doradas en la casa de sus protagonistas, con esta magnificencia Anderson ha ganado más que eso: el más profundo respeto y completa admiración de aquellos que han visto en 'The Master' una OBRA MAESTRA.
PUNTUACIÓN: 10/10
Mejor
Escena: Todas.
Mejor
'Quote': Lancaster Dodd:
If you figure out a way to live without a master, any master, be sure to
let the rest of us know, for you would be the first in the history of
the world.
Target: Público no perezoso.
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